Teletrabajar sin perder productividad sino todo lo contrario
Bien planificado, el trabajo en remoto puede mejorar la eficiencia, fortalecer al equipo y aportar muchos más pros que contras.
¿Desde cuándo se apunta el teletrabajo como una de las tendencias a punto de cuajar? Años. Sin embargo, como con el coche eléctrico, no terminaba de consolidarse y hasta hace tres meses apenas un 4,3% de los trabajadores españoles lo practicaba. En los Países Bajos, el 14%, según Eurostat.
Pero, como en tantas otras cosas, el covid-19 marcará un antes y un después. El teletrabajo no solo se implanta de forma masiva, llega para quedarse aunque, superada la crisis, se reduzca su volumen.
Por varias razones: desde luego, sus ventajas en ahorro de horas y dinero, de desplazamientos, gasto inmobiliario, emisiones nocivas y factura energética. También promete consolidarse por la demanda de las propias plantillas ante la prueba irrefutable de que funciona. Y si algunas empresas reducen así costes, otras las imitarán para no perder competitividad. Será razonable entender el trabajo remoto como un recurso al alza a partir de ahora.
Pero ni en economía ni en tecnología existen las panaceas. Para que optimice todos sus pros y minimice sus contras es vital la planificación. El teletrabajo debe convertirse en un proyecto estratégico, estimulado desde la cúpula. En primer lugar, soportado con una infraestructura tecnológica de soluciones robustas en gestión en la nube, plataformas de trabajo colaborativo y videoconferencias avanzadas. Y obviamente con un excelente servicio de ciberseguridad; la precariedad de los equipos domésticos a los que recurren algunas empresas es una invitación al desastre.
Conviene desplegar un modelo de distribución de tareas enfocada a objetivos y proyectos, a la comunicación y la coordinación de los equipos, incluso con aplicaciones de checklist para supervisar, contabilizar y valorar la aportación de cada miembro.
La conversión al teletrabajo necesita además la concienciación, la motivación y el acompañamiento. Los empleados deben interpretarlo como una oportunidad de impulsar su rendimiento profesional y su calidad de vida por la flexibilidad de horarios o la facilidad de conciliación familiar.
La empresa puede formar a su gente en el protocolo correcto de teletrabajo: reproduce el entorno profesional de oficina en un espacio propio, sé disciplinado, controla la humana tendencia a procrastinar -a quién no le llama la portada del periódico o el estado de ese envío de Amazon-, organiza las tareas en timeline, usa navegadores diferentes para uso profesional y personal. Puede ser la ocasión de racionalizar ese exceso de reuniones o del intercambio de demasiados mails en el que había caído la empresa casi sin advertirlo.
Sobre todo se trata de compensar el hándicap del trabajo a distancia: la sensación de aislamiento una vez pasada la novedad y entrada la fase de rutina. Los directivos pueden hacer piña, estimular el contacto y el cuidado, establecer reuniones rápidas diarias y videollamadas de seguimiento no solo para empujar los proyectos, sino para hacer notar a cada empleado que no esta solo trabaje donde trabaje. Que sigue en forma el sentido de pertenencia.